jueves, 23 de octubre de 2014

Ensoñación del atardecer del 17 de octubre

No veo más que una naturaleza muerta, putrefacta, en estado continuo de descomposición. El Sol y la Luna han dejado de iluminar la naturaleza y las miradas ya no irradian deseo. Un pájaro desplumado me dice que el Amor se ha retirado. Los hombres son ya autómatas desprovistos de ánimo y se oye el llanto abandonado de un niño a lo lejos.

Comprendo entonces que el Amor es el fundamento de la vida, todo lo une y sostiene, y mientras todo se disgrega hacia una Nada infinita, me pregunto si el Amor mismo puede disolverse.


Ensoñación del atardecer del 17 de octubre

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hermosa reflexión.

M. A. Velasco León dijo...

Te veo entre platónico y pesimista, David. Diría que hay en proceso algún tipo de crisis.
Un abrazo

David Porcel Dieste dijo...

No, para nada, sólo que de vez en cuando aflora esa tendencia pesimista, detrás de la cual germinan siempre nuevas intuiciones. Un abrazo. David

Anónimo dijo...

Esos objetos en descomposición parecen ser el reverso (y el anverso), lo mismo que los objetos de consumo: fuera de la experiencia, fuera de la expectativa del alma de la llegada de los astros a su propia hora, los objetos de consumo y los putrefactos son dos formas de nombrar lo que no puede usarse, lo que no puede experimentarse.

Y el amor, ¿que puede ser, sino una mera experiencia? Fuera (vuelve a los Ensayos de Montaigne)de cualquier certeza.
Pensar el amor como los autómatas de la pesadilla es verlo desaparecer puesto que no hay ecuación que lo fije.
¿Pensar el amor? ¿Experimentar? Sea, en un espacio y tiempo de lo inaudito.

Un abrazo
P.

David Porcel Dieste dijo...

Muy ilustrador tu comentario. Gracias. T.H.